En estos cerca de dos años en los que los integrantes de la Fundación Aulas de Paz hemos conocido de cerca el dolor de una sociedad que lleva más de cinco décadas de violencia, nos preocupa ver cómo los colombianos asumen esta penosa realidad entre la indolencia y la apatía, entre la incomprensión y la falta de humanidad. Me explico: La mayoría de colombianos vive pensando que el dolor, la muerte y el sufrimiento que produce el conflicto armado no tienen nada que ver con ellos y que quienes en algún momento tomaron la decisión equivocada de empuñar un arma y decirle “SI” a la opción laboral de los grupos armados ilegales deben pagar sus errores con todo el peso de la ley, sufriendo afrentas iguales o peores a las que algún día ocasionaron.



Dicho de otra manera, cuando del tratamiento que se debe dar a los ex integrantes de los grupos armados ilegales se trata, a la mayoría de colombianos los caracteriza la facilidad de juicio y la lentitud de reacción ante el dolor y el sufrimiento ajeno. Olvidan que la violencia y los horrores que ella produce no llegan lentamente sino de improviso, de repente, en un instante, con una inusitada prisa. De hecho, para personas como John Jairo Álvarez Manco, el desmovilizado que despertó la preocupación de diferentes medios de comunicación al convertirse en la primer persona en recuperar su libertad después de haber cumplido los ocho años de detención fijados por la ley de Justicia y Paz, en algún momento la vida nunca pasó por empuñar un arma, por abandonar su lugar de nacimiento, y hacerse integrante de las autodefensas. De hecho, en su vida todo era tranquilidad antes de que a los 16 años de edad la guerrilla de las Farc tocara las puertas de su casa para reclutarlo y todo lo que giraba alrededor de su familia era armonía antes de convertirse en la persona encargada de manejar las comunicaciones del frente Arlex Hurtado del Bloque Bananero.

La vida le cambio completamente en un instante y en un instante la existencia que no dolía empezó a doler; en un instante el destino que antes no fallaba empezó a fallar y en un instante descubrió aterrado que donde no había dolor ahora lo iba a haber.

John Jairo Álvarez Manco fue un joven completamente normal antes de tomar la decisión de formar parte de un grupo armado ilegal y estaba perfectamente bien, hasta un segundo antes de empezar a estar mal. Por eso, aunque para algunos sectores de la opinión pública la libertad de este joven no representa una noticia satisfactoria, para los integrantes de la Fundación Aulas de Paz, que conocemos de cerca su experiencia de vida, graduado en la segunda cohorte del Diplomado de Pedagogía para la paz y formación para la vida» de la Universidad Santo Tomás y que somos testigos fieles de su compromiso inquebrantable de no volver a transitar los caminos de la ilegalidad, su libertad representa la oportunidad perfecta para mostrarle al país que la reintegración es uno de los pilares fundamentales de la construcción de la paz. Que si no podemos reconciliarnos, ofrecerle mejores oportunidades a aquellos que quieren una segunda oportunidad, acogerlos de nuevo en la sociedad, permitirles que reconozcan sus errores y trabajen decididamente para construir un futuro diferente, acabar con la violencia en Colombia seguirá siendo tan solo un anhelo más.